Los pensamientos suicidas han regresado a mi mente otra vez. Y tal
como las veces pasadas, me veo en la necesidad de esconderlos. Nadie comprende
este parecer. Una vez más he de dibujar una bella sonrisa en mi rostro, el cual
también deberé camuflajear con maquillaje para ocultar estas ojeras que avisan
que no duermo, que no tengo descanso. Si tan solo, si tan sólo...
La sociedad no comprende y jamás lo hará, están todos influenciados
por el pensamiento de colmena.
Mi alma está perdida, como fuera de este mundo. Ya no recuerdo de
dónde vine, y mucho menos sé hacia dónde voy. Un pie adelante del otro. Me
parece recordar que entré a una cantina, no sé lo qué pedí, pero Chente, la
banda y yo tocamos varias.
Desperté debajo de un árbol, supongo que era un oficial quién me
levantó y por primera vez puse un pie en una comisaría. No acostumbro a fumar,
pero una dama en pocas prendas me convidó uno. Lo tomé.
El reloj de pared marcaba las once y quince. Perdí mis lentes, mi
dinero. ¿Qué más había perdido? Pensando en el pasaje a casa, revise mis
bolsillos, y no encontré el pase del autobús. ¡Demonios! ¡Tendré caminar! Me
liberaron a la una y comencé mi travesía bajo el sol que derretía mi ya
adolorida cabeza. No sabía dónde ir, supuse que el único destino era ir a mi casa.
Al fin llegue a casa, un viejo edificio que ahora funcionaba como
un complejo de apartamentos. Al llegar a la puerta noté que ese no era mi
apartamento. Siempre lo confundo. Llevo tres años ya, y ¡también perdí la
llave! Tengo hambre, sed y además ¡apesto a mil demonios! ¿Me creerá el casero?
¿Me creerá qué vivo acá y que este es mi departamento? ¿Debería forzar la
entrada y explicarlo después?
Al final del pasillo vive una señora mayor, ya es abuela y su nieta
estudia acá en la capital. Toqué la puerta. Abrió y viéndome con una mezcla de
desdén y lástima dijo "Ven. Yo sé qué es esto. Mis hijos hicieron lo
mismo." Le conté sobre la noche anterior e interrumpiendo mi relato dijo:
"Supongo que perdiste las llaves y ahora necesitas ayuda, bueno, ve a
bañarte. Yo llamaré al casero."
Me relajé tanto en la tina que doña Antonia tuvo que abrir la
puerta para comprobar si seguía respirando. Me despertó. Me había dormí por un
lapso de una hora. Me prestó una toalla y un vestido de su nieta. También me
invitó a comer una sándwich y me entregó un nuevo juego de llaves, ella le había
paga al casero por ese trabajito extra. Me dijo que no le debía nada, pero me hiso
prometerle que no volviera a realizar semejante estupidez, que yo era una dama
y que valía más del doble de mi peso en oro. Yo le dije que tomaría sus
palabras muy en cuenta. Me despedí, no sin antes decirle que por la noche le
volvería el vestido lavado y aplanchado. Salí de su apartamento y estrené mi
nuevo juego de llaves.
Escrita por: Alisson Durón
Editada por: Vdlo